Eme soy

miércoles, 13 de julio de 2011

Escrito sobre el viento (1956) / Written on the wind




Toda una obra maestra de la ironía. La sutileza de la dirección de Douglas Sirk consigue infundir una crítica clara y contundente de la convencional sociedad norteamericana, narrada con absoluta brillantez.
Escrito sobre el viento” está basada en una novela que dio tumbos durante varios decenios sin que ninguna productora se decidiera a apostar por ella hasta que el empeño de Sirk la convirtiera en realidad. Se dice que esta historia de infidelidades marcadas por la tragedia está basada en la vida de uno de los herederos del poderoso imperio tabaquista de Reynolds. Cuentan diferentes biógrafos de la pareja Bogart-Bacall que el primero siempre recomendó a la genial actriz que se abstuviera de intervenir en películas de este tipo con el fin de no dañar su carerra cinematográfica: Douglas Sirk ya vivía con el sambenito de director de películas de evasión y para mujeres. 
La presencia de Lauren Bacall enesta película confirma que quizá sea “Escrito sobre el viento” una de las películas con reparto más imposible de la historia del cine, en la que conviven actores de las más diversas tipologías, desde la dureza de la Bacall hasta la galanura estereotipada de Hudson, pasando por el maligno hieratismo de Robert Snack y la explosividad física y emocional de Dorothy Malone. Los espectadores que se queden en la primera capa de la película, la de las emociones sin límite, la disfrutarán, pero quienes estén dispuestos a rascar en su superficie hallarán enEscrito sobre el viento” un completísimo catálogo de miserias humanas.

A partir de esta historia melodramática Sirk extrae toda una serie de emociones, gracias a un admirable uso de los elementos cinematográficos como una amplia paleta cromática, que reluce los excesos de una vida vacua y la composición de unos primeros planos soberbios.
Desde los primeros compases del film observamos todo un torbellino de sentimientos narrados de un modo electrizante, condensado y poderosamente lírico. Los personajes se disponen como imágenes especulares invertidos (el bueno frente al malo) pero cada uno, finalmente, ocupa una posición compleja y contradictoria en el imposible orden de las cosas.
La película es toda una exposición de emociones: amores no correspondidos, relaciones familiares fracturadas, pasión, celos y frustración vital. Toda una galería de sentimientos que Sirk domina con mano férrea, sin fisuras, consiguiendo un idóneo perfil y perfecta definición de unos personajes dolorosa y emocionalmente abandonados. Todo ello acertando plenamente en el progreso de dichas relaciones y describiendo sabiamente la historia de sus vivencias, traspasadas con diáfano apasionamiento al ánimo del espectador.
Los aspectos visuales del film están cuajados de simbolismos y la puesta en escena evoca una vida de excesos vacía. La película refleja la decadencia del modo de vida norteamericano en un clima opresivo de frustración sexual, alcohol y dinero.
Capitulo aparte merece la soberbia “performance” de todos los actores, maravillosamente dirigidos por Sirk, desde un Rock Hudson, que sortea con brillantez los peligros del personaje quizás menos creíble del film, y alrededor del cual pivotan todos los demás, la majestuosa interpretación de Lauren Bacall, -muy alejada del cliché interpretativo de sus films con Bogart-, y con especial mención para la sublime interpretación que del atormentado Kyle Hadley hace un Robert Stack sensacional, y para la superba interpretación -merecido oscar a la mejor actriz secundaria- que de la pasional y desequilibrada Marylee Hadley hace una Dorothy Malone impagable, que al igual que Rock Hudson y Robert Stack siempre estuvo mejor que nunca bajo la dirección del maestro alemán, y que al año siguiente volverían a reunirse en otra obra maestra de Sirk, la magistral “Ángeles sin brillo”. 


Film de una riqueza visual y conceptual apabullante , creo justo destacar dos momentos mágicos: La secuencia del frenético y erótico baile de Marylee mientras su padre esta muriendo y la imagen de una Marylee, heredera de un gran imperio petrolífero, pero sumida en la más terrible soledad, abrazada a la maqueta de una torre petrolífera, con un cuadro de su padre en idéntica postura, que preside el plano, como metáfora del fracaso total y absoluto de los valores de una cierta clase social.

El mayor experto en melodramas, Douglas Sirk (Imitación a la vida (1959), Tiempo de amar, tiempo de morir), firma uno de sus mejores trabajos, y sin duda el más popular. Está protagonizado por varios de sus actores habituales, entre ellos el excepcional Rock Hudson (Pijama para dos). 

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