Eme soy

sábado, 22 de enero de 2011

Remembering Deborah Kerr




Para definir a esta gran actriz me he atrevido a trasladarme a unos pasajes que el critico de cine César Bardés hace de esté gran personaje,  y que con su permiso transcribo sólo  algunos de esos párrafos tal como él los plasma en su libro “LA IMAGEN EN EL ALMA” y que a buen seguro en cuanto leáis os dejará la vuestra prendida en estas líneas.

DEBORAH KERR: PASO A LA GRAN DAMA

Cuando vi por primera vez a Deborah Kerr en una pantalla de cine, enseguida fui presa de su elegancia, de su cuidada dicción, de su fina belleza que, a la vez, despertaba un no sé qué vicioso en mi interior. Era una pantera pelirroja, enigmática, bella y sensual que podía ser, al mismo tiempo un felino juguetón o una fiera capaz de llevarte más allá de la jungla de tus sentimientos.

Para siempre han quedado en la arena, grabadas con un cincel de pasión, las huellas de aquel fogoso beso que tuvo la fortuna de darle Burt Lancaster. Un beso lleno de sal y dulzura, limpio para estos tiempos que corren, sucio y prohibido para los años cincuenta.



Sabía ser frígida y deseosa de ser poseída por fantasmas de depravación en cierto relato lleno de suspense y vueltas de tuerca que Truman Capote adaptó para ella de una novela de Henry James y que nuestro Amenábar, Amenábar, moro de la morería, tomó como base e inspiración para que los otros fuéramos nosotros.



Gary Grant se enamoró perdidamente de ella en una cita que nunca ocurrió, un accidente que nunca debió pasar y un viaje romántico para componer la mejor sinfonía que un hombre y una mujer pueden compartir con las dos únicas notas que presiden la escala en clave de amor: tú y yo. Y nosotros, simples mortales, tuvimos la fortuna de verla entre risas y sollozos queriendo ser nosotros, él y ellas, ella.



Bailó en medio de puzzles mentales, niños siameses y palacios de mármol en brazos de un rey caprichoso y calvorota y en las canciones que tenía que interpretar, la doblaron ignorantes, porque tenían miedo de que no supiera cantar. Alguien como ella lo sabía hacer todo.



Reprimida y tímida, atada en sus sentimientos, con el pelo pasado por la lengua de una vaca y el corazón entrado a un falso militar como David Niven con el que desayuna en mesas separadas, Deborah Kerr era convincente hasta en ese papel que sueña despierto y muere en vida.

Como si de un cuadro se tratara, va plasmando con sus pinceladas la imagen y el alma de estos grandes actores y que con estos párrafos que César Bardés le dedica a la GRAN DAMA en su libro “LA IMAGEN EN EL ALMA”  nos atrapa con esa luz y ese color que tan sólo él sabe hacer y es que Don Bardés como cual Padrino se tratara, sabe darle ese toque de distinción en cada una de las líneas que tocan a esos grandes actores que han acariciado su alma, y nos arrebata la nuestra para dejarla prendida de su libro.

Para quienes quieran y amen el cine y quieran dejarse atrapar entre los brazos de esas sus líneas os recomiendo su libro













"LA IMAGEN EN EL ALMA” de César Bardés , Editorial Quadrivium.



2 comentarios:

  1. Te advierto que no se gana tanto como representante...En fin, María. Muchas gracias por destacar uno de los artículos más lucidos del libro (recordemos que claudio Crespo lo destacó especialmente) y más si es para una dama del cine, elegante en su belleza y aún más en sus comportamientos. Se casó con todo un caballero como Peter Viertel, guionista legendario que tuvo mucho que ver con el rodaje de "La reina de ÁFrica" y que Clint Eastwood incluyó como personaje en "Cazador blanco, corazón negro". El caso es que hay actrices que nunca deberían morir y Deborah Kerr es una de ellas. Gracias por ella. Gracias por mí.

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  2. Gracias, por describirla como la describes y por hacernos cómplices de sus vivencias.

    Sabes…

    Dicen que para que a uno no le olviden, se debe de hablar de uno, bien o mal pero que hablen.

    Así pues, hagamos sonar las campanas.

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