La película de Losey muestra como pocas el basamento de una buena parte de las relaciones entre seres humanos: batallas subterráneas de poder y sumisión, aprovechamiento de secretos y debilidades del contrario... Todo ello en el clima opresivo de un hogar burgués de atmósfera malsana que es el marco perfecto de la degradación en la que acaban embarrados los protagonistas, que terminan comportándose como niños degenerados.
Que ocurre en este filme en el que un aseado, servicial y competente mayordomo, interpretado de forma magistral por Dirk Bogarde, parece trocarse en un ser diabólico sediento de humillaciones sadomasoquistas. Pues que Joseph Losey (1909-1984), director norteamericano blacklisted y, por ello, exiliado en el Reino Unido homosexualidad. como consecuencia de la persecución paranoica de la llamada caza de brujas del senador McCarthy y su Comité de Actividades Antinorteamericanas (finales de los ’40 y primera mitad de los ’50, sobre todo), quería recrear un conflicto interno de identidad, un malestar de tipo conductista que, en última instancia, y más allá de las obvias connotaciones de clase de la trama, refleja una caída decadente en las procelosas aguas de una latente y lacerante
Tony es un aristócrata que decide mudarse a Londres, donde contrata a un sirviente llamado Hugo Barrett para que le haga las tareas de la casa. El inquilino queda automáticamente prendado de la eficacia y lealtad que le da su criado, pero la novia de este, Susan, se da cuenta de que con él ocurre algo extraño y le pide a Tony que le despida.
Todo se complica cuando Barrett trae unos días a su hermana a casa y Tony tiene un pequeño lío con ella. La pareja de inquilinos se marcha unos días y, al volver, descubren que el sirviente y la chica no son hermanos, sino amantes. Tras todo este incidente, la pareja de la casa acaba rompiéndose y el servicio es despedido. Pasará un tiempo hasta que Tony vuelva a encontrarse a su fiel amigo y lo contrate de nuevo. Esta vez, sin embargo, Barrett mostrará sus intenciones más ocultas.
La inteligente estrategia de Barrett consiste en introducir un elemento desestabilizador en la casa: Vera (Sarah Miles), su supuesta hermana y ayudante en las tareas domésticas. Pero el verdadero y oculto cometido de su presencia es seducir y tener sexo con Tony. Me gusta la idea de que cuando lo logra está potenciando el poder dominante de Barrett. Él ha ganado ahora un nuevo espacio para sus propósitos; la dominación sexual de su patrón. El sirviente mismo se encama con Vera, y ésta a su vez con Fox, y de esta manera logra Barrett tener sexo indirectamente con él.
La homosexualidad latente en la relación empleado/empleador se insinúa casi permanentemente en la película. No se debe olvidar que Losey era bisexual (una gran cantidad de sus amigos y allegados así lo afirmaba), y con frecuencia esta sexualidad polifacética queda manifiesta en los actos y las motivaciones de sus personajes.
Conforme la película va acercándose al desenlace se vuelve más extraña y opresiva.
La última escena ha sido cuestionada por algunos críticos como excesiva e innecesaria, y revela a Tony reptando por la casa, a merced absoluta de su sirviente e incapaz de tomar una decisión por sí mismo.
Esta última escena, rebosante de pesimismo, lleva la película a un final extremo en su desasosiego, y obliga al espectador a replantearse la obra.
Han habido lecturas que desde una óptica marxista vieron la película como una muestra de que la toma del poder es sólo una cuestión de voluntad, ya que los "oprimidos" tienen el poder real en situaciones análogas.
Losey logró en El sirviente uno de los picos más altos de su carrera. Una dirección de actores portentosa, una banda sonora que juega siempre a favor de los climas, una puesta en escena agobiante y planificada en detalle.
Sigo quedándome con esa pesadilla filmada que es " El otro señor Klein (Monsieur Klein, 1976), a mi parecer una obra mayor, y la única película que recuerdo en que la crisis anímica por la que pasa un director durante su filmación repercute positivamente en los resultados obtenidos.
Últimamente, no sé muy bien por qué razón, se le ha cogido una cierta aversión a esta película cuando a mí me parece la obra cumbre de Losey (totalmente de acuerdo en la fascinación que puede ejercer "El otro señor Klein"). La verdad es que, de alguna manera que no puedo entender, la están comparando con "La huella" cuando creo que sus intenciones son bastante diferentes. A Losey le interesa el intercambio de personalidades (terriblemente puesto de manifiesto en un final que a mí no me parece tan fuera de lugar) mientras que a Mankiewicz siempre, en toda su filmografía, le ha obsesionado el arribismo feroz que también se evidencia en su última obra. En todo caso, Eme Soy, muy buena entrada, reivindicando una obra que merece ser recordada y que hace que Dirk Bogarde sea una de las personalidades más inquietantes del cine británico.
ResponderEliminarToda la razón César..., la verdad es que hacía muchisimo tiempo que la había visto y el otro día intentando poner orden en los más de 500 DVD que tenemos en casa pues cayó en mis manos ésta película que en su día me inquieto y al volver a visionar me ha dejado de nuevo esa misma sensación.
ResponderEliminarExcelente interpretación.