Eme soy

viernes, 24 de diciembre de 2010

Todo en la vida es un milagro y precisamente por eso, la vida está hecha de milagros. Cada día, suceden infinitas situaciones que no pueden explicarse con la simple racionalidad y entonces las llamamos “casualidad” o “suerte”. Pero, cuando estamos atentos, cuando analizamos lo que nos sucede día a día, con la mente abierta y con el corazón dispuesto, nos damos cuenta de que no estamos solos y que la bondad del mundo se nos brinda con gran frecuencia para que podamos seguir adelante contra todas las vicisitudes que nosotros mismos creamos.
Y cada vez que tú das, recibes. Hay una correspondiente reciprocidad entre lo que tú emanas y lo que fluye hacia ti. Ley de Boomerang lo llaman algunos. Ley de Compensación, le decimos otros. Es indefectible, inamisible, y funciona como el más exacto de los relojes. Compruébalo tú mismo. Deja de estar inmiscuyéndote en la vida de los demás y observa lo que sucede en ti. “Conócete a ti mismo y conocerás el universo”, dicen los grandes maestros. Y así funciona este maravilloso mundo.


“UN MILAGRO PARA UN GÁNGSTER” realizada con maestría por ese evolucionado director llamado Frank Capra, para despedirse con honores de una de las filmografías más relevantes de la historia del séptimo arte, es un canto a la vida, una comedia exultante que pone, muy en alto, el amor y la bondad que posee todo ser humano.
La historia de Apple Annie (Annie Manzanas), bellamente interpretada por la gran Bette Davis, podría parecer un cuento de hadas ante la realidad “inmodificable” que padecen tantos, pero, que se pregunte cada quien, si sus acciones de hoy, se convienen con el sueño que anhelan realizar mañana. Y quizá, ahí tenga la respuesta de por qué, para muchos, no se realizan sus aspiraciones.


Annie da a todos lo mejor de sí misma, es generosa, tolerante, solicita, alimenta los sueños de otros… y siembra esperanzas en los corazones de aquellos que juegan violando las reglas, pero que confían en un amuleto para tener buena suerte. Por eso la vida le retribuye y hace posible que, su bella hija Louise, alcance la estrella que, con su total compromiso, ella le ayuda a alcanzar.

Lo que se muestra, con plena claridad, en este bello y admirable filme, es que la bondad subyacente en cada ser humano, sólo espera un amoroso impulso para fluir a torrentes contra todas las reticencias que puedan atropellarnos. Y así, la historia se llena de seres sensibles, de corazones dadivosos y de bellas esperanzas de que por fin, un día, lograremos actuar como verdaderos hermanos.

Esta película tienes que verla con el corazón desatado. No sirve para aquellos que ven el mundo con desesperanza y que se niegan a abrir una puerta para que pueda entrar la luz.



El saber hacer de Capra compagina las situaciones más hilarantes y cómicas con los momentos dolorosos que una madre vive. Como explican algunas opiniones, y no sin razón, lo que en manos de otro cineasta podría resultar edulcorado y sensiblero, en Capra resulta una auténtica delicia. El cineasta extrae oleadas de ternura, sensibilidad (que no sensiblería), comicidad (ayudada por unos diálogos magníficos), gran tacto y enormes dosis de humanidad.
 
¿Qué importa que la historia sea inverosímil? Para ver esta película hace falta volver a ser un niño. A creer en la humanidad de las personas y en la bondad; aunque sea durante esas dos horas que dura el film. Porque esta película, quizá como en ninguna otra, nos invita a SOÑAR con el CINE y, sobre todo, a quererlo.



Frank Capra nos impulsa a recobrar todo lo grande del mundo.





 

 


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