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domingo, 7 de agosto de 2011

El caso Farewell Tráiler oficial castellano



'El caso Farewell'

Pierre Froment es un funcionario francés que trabaja en Moscú que acude a una cita a encargo de su jefe.Sin él saberlo, ese encuentro le emplicará de forma definitiva en uno de los casos de espionaje más importantes del final de la Guerra Fría, pues si confidente, Sergei Gregoriev, convencido que el régimen soviético necesita renovarse pese las raíces, les pasará información trascendetal acerca de la red de espionaje ruso, lo cal puede provocar el fin de la Guerra Fría.

Con casi dos años de retraso llega a España El caso Farewell -se estrenó en Francia en septiembre de 2009 y lo hará en España este 5 de agosto-, basada en una historia real de espionaje en la Guerra Fría que no es muy conocida pero que contribuyó a la caída definitiva del régimen soviético 
La película, dirigida por Christian Carion (Feliz Navidad, 2005), cuenta con el aliciente de ver juntos como protagonistas a otros dos grandes directores europeos, el serbio Emir Kusturica (dos veces ganador de la Palma de Oro de Cannes porPapá está en viaje de negocios (1985) y Underground(1995)) y el galo Guillaume Canet (No se lo digas a nadie, 2007, Pequeñas mentiras sin importancia, 2010). El reparto también incluye a un Willem Dafoecon un pequeño papel como jefe de la CIA.
La cinta francesa arranca en 1981, cuando el coronel de la KGB Grigoriev (Emil Kusturica), desencantado con el régimen de Brezhnev, se pone en contacto con un joven ingeniero francés en Moscú, Pierre Froment (Guillaume Canet), a quien le hace llegar documentos secretos. Esta información que contiene detalles sobre la red de espionaje que la Unión Soviética tiene desplegada en los países occidentales, cambiará el rumbo de la historia y se convertirá en el caso de espionaje más importante de la Guerra Fría.‘El caso Farewell’ (‘L’affaire Farewell’, 2009), la adaptación escrita y dirigida por Christian Carion del libro ‘Bonjour Farewell’, de Serguei Kostine..
Antes que en las implicaciones globales de la decisión de Grigoriev –a quien la DST dio como nombre en clave Farewell (“adiós” en inglés), para que las sospechas recayesen e la CIA–, la película se centra en la tragedia humana y el riesgo personal que provocaron los hechos para estos dos hombres y sus familias. Uno despreocupado por seguir ningún protocolo de espionaje para cubrir sus espaldas y el otro inexperto, el coronel ruso y el ingeniero francés no supieron protegerse de las consecuencias de sus actos. ‘El caso Farewell’, por lo tanto, se aprecia más como un drama en el que los conflictos matrimoniales de confianza, fidelidad y miedo o los paterno-filiales de admiración y respeto estánmejor representados que en un gran número de cintas que se dedican a estas cuestiones con exclusividad. Los intérpretes, magníficos en cada uno de sus papeles, destilan su sufrir más allá de la pantalla.
‘El caso Farewell’ no es una película perfecta ni cuenta con ningún aspecto concreto llevado a cabo de manera grandiosa. Pero tiene la virtud de sostener la curiosidad durante sus casi dos horas de duración. Con algún momento especialmente logrado y unas interpretaciones sentidas y auténticas, funciona como drama y como recuerdo de una época que parece más pasada de lo que es.
En su narración de lo político, ‘El caso Farewell’ es tan sobrio que resulta parco. La progresión histórica se despliega sin más, como quien resume o extrae fragmentos del libro o de un supuesto informe Farewell. La representación de los líderes políticos –Fred Ward como un Ronald Reaganobsesionado con ‘El hombre que mató a Liberty Valance’, entre otros– se ve caricaturesca, rígida y falsa. Willem Dafoe como director del FBI o Diane Kruger en un cameo como espía, completan un reparto más insólito que portentoso.
Se contrarresta esta austeridad de Carion [‘La chica de París’ o ‘Feliz Navidad (Joyeux Noël)’] concuriosas estampas paisajísticas y escenas gratuitas a ritmo de Queen –en la banda sonora, también Pink Floyd o Simple Minds, además de Léo Ferré– que, lejos de estar de más, le aportan al film el toque personal y diferenciador que necesita para alejarse del estigma de recreación televisiva. La ambientación de época, con un Moscú semidesértico y esa tensión que imprimía la conciencia de que los agentes del bloque podrían estar vigilantes o surgir de cualquier rincón para efectuar una detención, se confeccionan con acierto. 
 Así, un personaje que podría parecer demasiado pasivo o víctima es, en realidad, un participante activo cuya reticencia no es más que una pose.

Golpe mortal a la URSS

El que Ronald Reagan -interpretado en la película por Fred Ward- llegó a definir como "uno de los casos de espionaje más importantes del siglo XX", fue uno de los tres acontecimientos que dieron el "golpe mortal" al bloque soviético, según los especialistas en la Guerra Fría y tal como cuenta el director de la película, junto a la elección del Papa polaco Juan Pablo II en 1978 y la Guerra de Afganistán: "El 'Affaire Farawell' privó a Rusia de su última arma: el acopio de información de inteligencia, socavando definitivamente el sistema", cuenta Carion.
El desbaratar las redes de espionaje de la KGB en Occidente y la famosa amenaza lanzada por el presidente estadounidense del proyecto de la Guerra de las Galaxias acabó dando la puntada para la agonía de la URSS.
El cineasta francés da así la relevancia que merece la historia de Vladimir Vetrov, el nombre auténtico del coronel de la KGB que filtró la información, que marcó el devenir de las relaciones entre Francia y Estados Unidos, con dos recién nombrados presidentes, y que ayudó a disipar la falta de confianza que Reagan tenía en François Miterrand, un socialista que había puesto a varios comunistas en su Gobierno, interpretado por Philippe Magnan.
Precisamente el poder filmar a dos presidentes fue una de las cosas del proyecto que atrajo a Corian, que instó el cambio del guión de Eric Raynaud para darle una mayor dimensión política, ya que el cine francés, como ocurre con el español, no suele abordar figuras políticas auténticas con la libertad que lo hace el norteamericano. No obstante, el enfoque dado a Reagan -obsesionado en sus ratos libres con el visionado del western de John FordEl hombre que mató a Liberty Valance (1962), recordando sus tiempos de actor secundario hasta punto de que resulta casi ridículo- no ha gustado demasiado a la crítica norteamericana y, de hecho, a Carion le costó convencer a Ward de que hiciera el papel.

El espía del día a día

El cineasta francés orquesta muy bien la trama y ayuda a desmitificar la vida del espía, mostrando, con la ayuda inestimable de sus colegas convertidos en actores, el lado humano de Grigoriev y, sobre todo, de Froment, un ingeniero francés que trabaja para Thomson en Moscú que se ve convertido en espía de la noche a la mañana y tiene que mentir a su mujer.
Resultan divertidos sus métodos burdos de intercambiar información trascendental para la humanidad retratados por Carion -inolvidable el momento en que los documentos clasificados salen volando por la ventanilla del coche-, que contribuyen a humanizar a los protagonistas.
A esto también ayuda el hacer del coronel ruso un enamorado de la poesía de Léo Ferré o el que, a cambio de la información que suministra, en lugar de caer en la trampa capitalista de reclamar dinero, pida a Froment un "Walkman Johnny" ('Sony) y cassettes de "Keen" (Queen) para su hijo Igor -la escena de este, con los cascos puestos, cantando "We will rock you" a lo Freddy Mercury en medio del bosque es toda una premonición del destino de la URSS-. De hecho, Grigoriev sigue siendo un amante de los ideales comunistas, pero es consciente de que el sistema de Brezhnev no es lo que quiere para su hijo, su leit motiv para traicionar al régimen.

Un fiel retrato de Moscú sin Moscú

Uno de los mayores logros de El caso Farewell es su dirección artística y su fotografía, su recreación fidedigna del Moscú retro de la Guerra Fría. Y esto es aún de mayor valor si tenemos en cuenta que la película no tiene un solo plano rodado en Moscú, sino que se hicieron en Ucrania y Finlandia.
También destacan las actuaciones de Kusturica y Canet, el segundo más habituado que el primero a la actuación aunque ambos han ido compaginando el trabajo delante y detrás de la cámara, pese a la dificultad de los idiomas -la película está rodada en francés, inglés y ruso-. Aunque los méritos pueden ser en gran parte de Carion, que en su faceta de director de actores-directores consigue que no se noten las asperezas que Canet confiesa que hubo entre ambos protagonistas al principio.
Pese a que en la recta final la película flaquea y se acerca más a los thriller convencionales, en su mayor parte tiene un ritmo fluido y es un modo interesante de acercarse a una importante, y desconocida para el gran público, parte clave de la historia de la Guerra Fría.



El cineasta francés dirige a Guillaume Canet, Emir Kusturica y Willem Dafoe


Entrevista a Christian Carion, director de 'El caso Farewell', un excelente thriller de espías al estilo europeo

"Está película jamás se estrenará en Rusia; está prohibida"

Gloria Scola, especial para Periodista Digital, 07 de agosto de 2011 a las 10:08

Usted dirigió Feliz Navidad (2005), preciosa película sobre la espontánea tregua que se dieron los alemanes, franceses y escoceses durante la Nochebuena de 1914, en la Primera Guerra Mundial, dejando su fusil en la trinchera con un alto al fuego hasta el amanecer. Veo que le gustan los thrillers con tintes políticos y basados en hechos reales. ¿Cómo llegó al caso Farewell? 

Descubrí los hechos hace mucho, pero fue un encargo de mi productor, creo que precisamente por Feliz Navidad. Me dijo: "Te encantará". Conocía la historia, pero no los detalles, y me emocioné, así que el productor confió en mí y permitió que reescribiera totalmente el guión. De hecho, he metido referencias personales porque en el 81 yo tenía 20 años y me gustaba Queen, McEnroe...
Los hechos son reales.
Sí, aunque nadie sabe exactamente lo que ocurrió en Moscú. Sí se sabe la relación que hubo entre Mitterrand y Reagan, porque hay muchos testigos y hablaron de Farewell muchas veces. En el libro Bonjour Farewell figura el punto de vista ruso. Luego conocí a gente del Servicio secreto francés y me contaron otra historia. Personas cercanas a Mitterrand me contaron una tercera versión, y los americanos, una cuarta. Así que me dije: "No hay una verdad única, sino que es cuestión de puntos de vista: el ruso, americano, el francés.... Creo que esta película es sobre la subjetividad, los puntos de vista.
Como en las escenas del western que ve Reagan.
Sí. Por eso cuando descubrí que Ronald Reagan solía ver esos westerns tras sus reuniones para relajarse y pensar en lo hablado, me dije: "Yo soy un director y también me encantan los westerns, John Wayne, y especialmente, El hombre que mató a Liberty Balance", porque la misma escena está rodada desde el punto de vista de James Stewart y también de otros personajes.
Y usted ha querido mostrar en El caso Farewell esos distintos puntos de vista.
Exacto. Es una especie de espejo de esos puntos de vista.
¿Por qué eligió a Emir Kusturica? No sabía que fuera actor. Y tan bueno.
Yo tampoco (ríe). Al principio quería actores rusos, así que fui a Moscú y conocí a Nikita Michalkov (director de Ojos negros y actor y director de El barbero de Siberia, Quemado por el sol...). Él no conocía la historia y le propuse ser Farewell, y se entusiasmó. Decidió ser coproductor y que rodáramos en Moscú, pero luego me dijo que estaba ocupado con otros proyectos y que no estaría libre. Me presentó a varios actores rusos, muy buenos, y elegí a uno de ellos. Pero cuando empezamos, al actor le llamó el embajador ruso en París y le dijo: "No puedes hacer esta película porque es sobre un traidor ruso y no deberías defenderle". Así que llamé a Nikita y se lo conté. Pensé: "Esto pasa en Corea del Norte, en China... ¡pero no en Rusia!" Y él llamó al embajador ruso. Nikita me contó que el embajador procedía de la KGB, que conocía muy bien a Farewell, el traidor ruso, y que no quería ver ninguna película sobre él. Y ahora ese embajador es el actual ministro de Cultura ruso. En 1981 trabajaba en la embajada rusa en París como diplomático y era un espía. Debido al caso Farewell, Françoise Mitterrand lo supo y echó de Francia a 50 diplomáticos rusos en 1983, y él fue uno de ellos. Así que no podíamos ni rodar en Moscú ni con actores rusos. Decidimos rodar en Ucrania y en Finlandia en invierno. Y de repente se me ocurrió lo de Emir Kusturica a propuesta de mi director de casting en otras películas. Solo había hecho una película francesa con Juliette Binoche, La viuda de Saint Pierre, de Patrice Leconte, 15 años atrás y con un personaje ¡sin diálogo! Yo no sabía si podría interpretarlo, pero me conmovió cómo leyó el papel y a él le emocionó la historia por su propia historia personal, ya que su padre era comunista y conoció esa época de la Unión Soviética. Quiso hacerla porque no era tipo James Bond, sino diferente. El protagonista es un espía, pero antes es un ser humano y por eso quiso hacerla. Empezamos y el problema fue otro. No hablaba ni ruso ni francés, dos de los tres idiomas de la película (junto con el inglés).
¡Vaya! ¿Y aún así, le escogió?


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