Gracias a él se lograron unir dos extremos del séptimo arte: Europa y EE. UU. Agostino De Laurentiis, apodado Dino, el productor que hizo posible numerosas grandes obras del cine italiano, entre ellas La strada (con Sofía Loren) y Noches de Cabiria, ambas de Federico Fellini, murió en Los Ángeles, a los 91 años. Su trabajo abarcó toda la última mitad del siglo XX y todavía en el 2001 produjo una película de indudable resonancia: Hannibal, de Ridley Scott.
A propósito, los medios italianos recogieron el dolor de Loren a través de las declaraciones de su hermana, María Scicolone, quien dijo que la actriz estaba "muy dolida" por el fallecimiento del productor, que supone "una gran pérdida para ella".
Considerado una leyenda del cine, produjo y coprodujo más de 500 filmes, de los cuales 38 fueron nominados o ganadores de Óscar, entre ellos La strada.
Nacido el 8 de agosto de 1919 en Torre Annunziata, cerca de Nápoles, fue un productor prolífico en cuya filmografía figuran también películas taquilleras, como King Kong, el remake dirigido por John Guillermin, en 1979, que revivió el mítico monstruo del cine mudo, o como Hannibal de Ridley Scott en 2001, entre otras. En ese año, precisamente, recibió en Los Ángeles el Premio Irving Thalberg por el conjunto de su carrera y por su "creatividad como productor" y "la alta calidad" de su cine.
Era el máximo representante del cine italiano, y actores, directores y profesionales del celuloide lo consideraban el mecenas del séptimo arte de su país, que supo mirar a Hollywood, en momentos en que el cine europeo mantenía una distancia insalvable del norteamericano.
De Laurentiis residía en Estados Unidos desde los 70, cuando quebró su compañía productora italiana Dinocitta. Allí, produjo verdaderos éxitos como Barbarella; Tres días del Cóndor, de Sydney Lumet, con Robert Redford; Conan el bárbaro y El Bounty, de Roger Donaldson con Mel Gibson, en 1984.
Con sólo 20 años, De Laurentiis inició su carrera y se convirtió en uno de los puntales del renacimiento cultural italiano de la posguerra y del neorrealismo. En los 50, trabajó con los más grandes directores italianos, produciendo, además de obras de Fellini, Giuseppe de Santis, Roberto Rosselini, Eduardo de Filippo y Mario Monicelli. En su filmografía figuran, asimismo, piezas inmortales de la historia del cine, como El huevo de la serpiente (1977), del sueco Ingmar Bergman. "El cine pierde a uno de sus grandes viejos", anotó el ex alcalde de Roma, Walter Veltroni, conocido cinéfilo, quien elogió su capacidad de producir cine de autor, tanto como películas de gran espectáculo, como Guerra y paz y La Biblia. Para el célebre compositor Ennio Morricone, De Laurentiis fue "un gran productor, que ayudaba mucho a los directores a hacer sus películas. No los dejaba completamente libres pero los ayudaba, siempre muy atento y muy apasionado con su trabajo". Precisamente la cuidadosa relación que mantenía con el set de rodaje fue lo que destacaron de De Laurentiis quienes lo conocieron, como el actor Giancarlo Giannini, intérprete en una de sus producciones de más éxito, Hannibal (2001). "Estaba siempre muy presente, era muy respetuoso con el director, daba muchos consejos y siempre eran extraordinarios", recalcó Giannini, quien lo definió como "un constructor de grandes proyectos, que estaba muy atento al resultado". En el 57, Dino de Laurentiis se casó con la bella estrella del cine italiano Silvana Mangano, de quien se divorció en 1988, un año antes de la muerte de la actriz. Trabajador incansable Se inscribió muy joven en el Centro Experimental de Cine de Roma con el deseo de convertirse en actor, pero rápidamente decidió producir filmes. El primero fue L'ultimo combattimento de Piero Ballerini, seguido de L'amore canta, con el que alcanzó un discreto éxito. De fabricante de pasta, la profesión de su padre, De Laurentis continuó su éxito en el cine trasladándose a los Estados Unidos donde fundó la sociedad De Laurentiis Entertainment Group que se encargó de producir películas como 'Serpico' (1973), de Sidney Lumet, o 'Los tres días del cóndor' (1975) de Sidney Pollack. De Laurentis, cuyo verdadero nombre es Agostino, ha sido el gran mecenas del cine italiano lanzando al mundo películas como produjo más de 200 películas, entre ellas, títulos como 'Arroz
Agostino deLaurentiis (1919, Campania, Italia) no era un hombre fácil. Curtido en las tripas del cine italiano gracias a sus colaboraciones con Carlo Ponti en los años cincuenta de Laurentiis aprendió pronto que el productor, el buen productor, debía ser poco paloma y mucho halcón y a lo largo de su vida llevó ese precepto hasta sus últimas consecuencias: de las catacumbas del neorrealismo a las colinas de Hollywood, con eso estaría todo dicho. Trabajó a menudo en cooperación con el productor Carlo Ponti, marido de Sophia Loren, con lo cual despertaban la curiosidad de la prensa mundial, debido a que los dos estaban casados con las divas del momento. Con Mangano, el gran amor de su vida, a la que descubrió cuando produjo uno de sus mayores éxitos, Arroz amargo, tuvo cuatro hijos. En los años 50, apoyó a realizadores como Roberto Rossellini, padre del neorrealismo italiano y al gran Eduardo de Filippo; produjo filmes aclamados como La gran guerra de Mario Monicelli, con Alberto Sordi y Vittorio Gassman (León de Oro en Venecia en 1959). En la década siguiente construyó sus estudios cinematográficos, que quebraron posteriormente, pero siguió produciendo películas, mucho más comerciales. En los últimos años, De Laurentiis prefería producir adaptaciones de libros exitosos y, gracias a su buen ojo, alcanzó un notable éxito con Hannibal Rising (2007) y Red Dragon, un remake de Manhunter, del 2002. El célebre productor se casó por tercera vez con la exuberante rubia Martha Schumacher, también productora, con la que tuvo dos hijas. Con ocasión de sus noventa años, en el 2009, De Laurentiis, verdadero padre-padrone del cine, reunió en Estados Unidos a toda su tribu, entre ellos al sobrino Aurelio, quien le sigue en Italia los pasos. Entre las reacciones destacó también la del primer ministro Silvio Berlusconi, quien manifestó en un comunicado su "conmoción" por la muerte del productor, a quien definió como un "protagonista de un siglo de cine en Italia y en Estados Unidos". El director Pupi Avati destacó que De Laurentiis se mantuvo activo hasta su muerte. "Hace dos meses hablé con él y me dijo que quería hacer una película de Totò en 3D; seguía activo y enérgico, era un hombre fuerte que tenía la mente grande, capaz de proyectar cosas a lo grande, de frecuentar sus sueños y realizarlos", dijo. El actor y director Ricky Tognazzi, hijo de Ugo Tognazzi, subrayó que "como con todos los grandes del cine italiano, las películas de De Laurentiis serán, por suerte, inmortales". A su turno, Raffaella de Laurentiis, hija del productor, difundió desde Los Ángeles (EE. UU.) un escueto comunicado en el que explica que aún no está organizado el funeral.
En los últimos rodajes se le veía cansado, puro en boca y muy pendiente de las instrucciones de su esposa, Martha de Laurentiis, un Dino in pectore que hacía de intermediario entre el viejo productor y el director de turno. Su silla -la de Dino- estaba siempre pegada a la del realizador y éste no podía evitar mirar de reojo a derecha e izquierda después de cada toma, buscando la aprobación del tipo del bigote blanco y de su rubísima señora. De Laurentiis atesoraba en sus alforjas memorables pájaras con señores de la talla de David Lynch, Ridley Scott o David Cronenberg. Esto se debía a la alergia del veterano productor a las "ingerencias creativas", que él consideraba contrarias al alma del negocio y a su afición a las buenas peleas, verbales o de las otras. El ejemplo más famoso de esta curiosa filosofía donde el dinero era la primera y más importante consideración (el arte venía después, un par de escalones más abajo) se produjo con Dune, película que a día de hoy sigue siendo tan maldita como en el momento de su concepción. Cuando se le preguntaba al mencionado Lynch, director de la película, por el asunto en cuestión éste no dudaba en contestar: "esa película no es mía". En cambio cuando se cuestionaba a de Laurentiis por el asunto se limitaba a torcer el gesto, dar una calada al puro e invocar a una memoria fugaz para dar carpetazo al tema. Otras veces se reía, como si al final todo aquello le pareciera una broma sin importancia. Aún así, a pesar de sus últimos proyectos, rodados en sitios tan alejados de Los Ángeles (donde el cineasta echó raíces después de la descomunal bancarrota de sus estudios en Roma) como Bratislava y Budapest y que en algunos casos fueron a parar directamente al oscuro mundo del formato doméstico, no hay que olvidar que este señor bajito, discreto y de pasos cortos con afición al buen vino y a las mujeres guapas produjo en su momento filmes del tamaño de La Strada (Federico Fellini,1954) , Guerra y Paz (King Vidor, 1956), Serpico (Sidney Lumet, 1973), Ragtime (Milos Forman, 1981) junto a películas de culto tan memorables como Conan El Bárbaro (John Millius, 1982), Manhattan Sur (Michael Cimino, 1985) El ejército de las tinieblas (Sam Raimi, 1992). En su curriculum también sacaban la cabeza títulos como Los tres días del Cóndor (1975), Flash Gordon (1980), La zona muerta (1983) o la mencionada Dune (1984). A sus 91 años deja a sus espaldas una tropa de enemigos irreconciliables, una maraña de contactos que se fueron esfumando a medida que envejecía y una carrera de más de 160 películas. Dos matrimonios, el primero con la legendaria actriz Silvana Mangano y el segundo con la mencionada Martha, y varios descendientes, entre ellos su hija Raffaella que produce sus propios proyectos en la meca del cine desde 1987. La estirpe de los productores, ahora sustituida por tipos encorbatados cuya única preocupación son los estudios de marketing y que rara vez asoman la nariz en un rodaje, pierde así a uno de sus representantes más peculiares, un hombre sin ningún afán por resultar simpático que era mitad banquero, mitad cinéfilo y cuyo inglés italianizado fue más que suficiente para plantar ambos pies en Hollywood. No está mal para un tipo que empezó en el mundo del cine haciendo chapucillas cuando apenas contaba con 17 años.
Gracias a él se lograron unir dos extremos del séptimo arte: Europa y EE. UU.
ResponderEliminarAgostino De Laurentiis, apodado Dino, el productor que hizo posible numerosas grandes obras del cine italiano, entre ellas La strada (con Sofía Loren) y Noches de Cabiria, ambas de Federico Fellini, murió en Los Ángeles, a los 91 años. Su trabajo abarcó toda la última mitad del siglo XX y todavía en el 2001 produjo una película de indudable resonancia: Hannibal, de Ridley Scott.
A propósito, los medios italianos recogieron el dolor de Loren a través de las declaraciones de su hermana, María Scicolone, quien dijo que la actriz estaba "muy dolida" por el fallecimiento del productor, que supone "una gran pérdida para ella".
Considerado una leyenda del cine, produjo y coprodujo más de 500 filmes, de los cuales 38 fueron nominados o ganadores de Óscar, entre ellos La strada.
Nacido el 8 de agosto de 1919 en Torre Annunziata, cerca de Nápoles, fue un productor prolífico en cuya filmografía figuran también películas taquilleras, como King Kong, el remake dirigido por John Guillermin, en 1979, que revivió el mítico monstruo del cine mudo, o como Hannibal de Ridley Scott en 2001, entre otras.
En ese año, precisamente, recibió en Los Ángeles el Premio Irving Thalberg por el conjunto de su carrera y por su "creatividad como productor" y "la alta calidad" de su cine.
Era el máximo representante del cine italiano, y actores, directores y profesionales del celuloide lo consideraban el mecenas del séptimo arte de su país, que supo mirar a Hollywood, en momentos en que el cine europeo mantenía una distancia insalvable del norteamericano.
De Laurentiis residía en Estados Unidos desde los 70, cuando quebró su compañía productora italiana Dinocitta. Allí, produjo verdaderos éxitos como Barbarella; Tres días del Cóndor, de Sydney Lumet, con Robert Redford; Conan el bárbaro y El Bounty, de Roger Donaldson con Mel Gibson, en 1984.
Con sólo 20 años, De Laurentiis inició su carrera y se convirtió en uno de los puntales del renacimiento cultural italiano de la posguerra y del neorrealismo. En los 50, trabajó con los más grandes directores italianos, produciendo, además de obras de Fellini, Giuseppe de Santis, Roberto Rosselini, Eduardo de Filippo y Mario Monicelli.
ResponderEliminarEn su filmografía figuran, asimismo, piezas inmortales de la historia del cine, como El huevo de la serpiente (1977), del sueco Ingmar Bergman.
"El cine pierde a uno de sus grandes viejos", anotó el ex alcalde de Roma, Walter Veltroni, conocido cinéfilo, quien elogió su capacidad de producir cine de autor, tanto como películas de gran espectáculo, como Guerra y paz y La Biblia.
Para el célebre compositor Ennio Morricone, De Laurentiis fue "un gran productor, que ayudaba mucho a los directores a hacer sus películas. No los dejaba completamente libres pero los ayudaba, siempre muy atento y muy apasionado con su trabajo".
Precisamente la cuidadosa relación que mantenía con el set de rodaje fue lo que destacaron de De Laurentiis quienes lo conocieron, como el actor Giancarlo Giannini, intérprete en una de sus producciones de más éxito, Hannibal (2001). "Estaba siempre muy presente, era muy respetuoso con el director, daba muchos consejos y siempre eran extraordinarios", recalcó Giannini, quien lo definió como "un constructor de grandes proyectos, que estaba muy atento al resultado".
En el 57, Dino de Laurentiis se casó con la bella estrella del cine italiano Silvana Mangano, de quien se divorció en 1988, un año antes de la muerte de la actriz.
Trabajador incansable
Se inscribió muy joven en el Centro Experimental de Cine de Roma con el deseo de convertirse en actor, pero rápidamente decidió producir filmes. El primero fue L'ultimo combattimento de Piero Ballerini, seguido de L'amore canta, con el que alcanzó un discreto éxito.
De fabricante de pasta, la profesión de su padre, De Laurentis continuó su éxito en el cine trasladándose a los Estados Unidos donde fundó la sociedad De Laurentiis Entertainment Group que se encargó de producir películas como 'Serpico' (1973), de Sidney Lumet, o 'Los tres días del cóndor' (1975) de Sidney Pollack.
De Laurentis, cuyo verdadero nombre es Agostino, ha sido el gran mecenas del cine italiano lanzando al mundo películas como produjo más de 200 películas, entre ellas, títulos como 'Arroz
Agostino deLaurentiis (1919, Campania, Italia) no era un hombre fácil. Curtido en las tripas del cine italiano gracias a sus colaboraciones con Carlo Ponti en los años cincuenta de Laurentiis aprendió pronto que el productor, el buen productor, debía ser poco paloma y mucho halcón y a lo largo de su vida llevó ese precepto hasta sus últimas consecuencias: de las catacumbas del neorrealismo a las colinas de Hollywood, con eso estaría todo dicho.
ResponderEliminarTrabajó a menudo en cooperación con el productor Carlo Ponti, marido de Sophia Loren, con lo cual despertaban la curiosidad de la prensa mundial, debido a que los dos estaban casados con las divas del momento. Con Mangano, el gran amor de su vida, a la que descubrió cuando produjo uno de sus mayores éxitos, Arroz amargo, tuvo cuatro hijos.
En los años 50, apoyó a realizadores como Roberto Rossellini, padre del neorrealismo italiano y al gran Eduardo de Filippo; produjo filmes aclamados como La gran guerra de Mario Monicelli, con Alberto Sordi y Vittorio Gassman (León de Oro en Venecia en 1959). En la década siguiente construyó sus estudios cinematográficos, que quebraron posteriormente, pero siguió produciendo películas, mucho más comerciales.
En los últimos años, De Laurentiis prefería producir adaptaciones de libros exitosos y, gracias a su buen ojo, alcanzó un notable éxito con Hannibal Rising (2007) y Red Dragon, un remake de Manhunter, del 2002.
El célebre productor se casó por tercera vez con la exuberante rubia Martha Schumacher, también productora, con la que tuvo dos hijas.
Con ocasión de sus noventa años, en el 2009, De Laurentiis, verdadero padre-padrone del cine, reunió en Estados Unidos a toda su tribu, entre ellos al sobrino Aurelio, quien le sigue en Italia los pasos.
Entre las reacciones destacó también la del primer ministro Silvio Berlusconi, quien manifestó en un comunicado su "conmoción" por la muerte del productor, a quien definió como un "protagonista de un siglo de cine en Italia y en Estados Unidos".
El director Pupi Avati destacó que De Laurentiis se mantuvo activo hasta su muerte. "Hace dos meses hablé con él y me dijo que quería hacer una película de Totò en 3D; seguía activo y enérgico, era un hombre fuerte que tenía la mente grande, capaz de proyectar cosas a lo grande, de frecuentar sus sueños y realizarlos", dijo. El actor y director Ricky Tognazzi, hijo de Ugo Tognazzi, subrayó que "como con todos los grandes del cine italiano, las películas de De Laurentiis serán, por suerte, inmortales".
A su turno, Raffaella de Laurentiis, hija del productor, difundió desde Los Ángeles (EE. UU.) un escueto comunicado en el que explica que aún no está organizado el funeral.
En los últimos rodajes se le veía cansado, puro en boca y muy pendiente de las instrucciones de su esposa, Martha de Laurentiis, un Dino in pectore que hacía de intermediario entre el viejo productor y el director de turno. Su silla -la de Dino- estaba siempre pegada a la del realizador y éste no podía evitar mirar de reojo a derecha e izquierda después de cada toma, buscando la aprobación del tipo del bigote blanco y de su rubísima señora.
ResponderEliminarDe Laurentiis atesoraba en sus alforjas memorables pájaras con señores de la talla de David Lynch, Ridley Scott o David Cronenberg. Esto se debía a la alergia del veterano productor a las "ingerencias creativas", que él consideraba contrarias al alma del negocio y a su afición a las buenas peleas, verbales o de las otras. El ejemplo más famoso de esta curiosa filosofía donde el dinero era la primera y más importante consideración (el arte venía después, un par de escalones más abajo) se produjo con Dune, película que a día de hoy sigue siendo tan maldita como en el momento de su concepción. Cuando se le preguntaba al mencionado Lynch, director de la película, por el asunto en cuestión éste no dudaba en contestar: "esa película no es mía". En cambio cuando se cuestionaba a de Laurentiis por el asunto se limitaba a torcer el gesto, dar una calada al puro e invocar a una memoria fugaz para dar carpetazo al tema. Otras veces se reía, como si al final todo aquello le pareciera una broma sin importancia.
Aún así, a pesar de sus últimos proyectos, rodados en sitios tan alejados de Los Ángeles (donde el cineasta echó raíces después de la descomunal bancarrota de sus estudios en Roma) como Bratislava y Budapest y que en algunos casos fueron a parar directamente al oscuro mundo del formato doméstico, no hay que olvidar que este señor bajito, discreto y de pasos cortos con afición al buen vino y a las mujeres guapas produjo en su momento filmes del tamaño de La Strada (Federico Fellini,1954) , Guerra y Paz (King Vidor, 1956), Serpico (Sidney Lumet, 1973), Ragtime (Milos Forman, 1981) junto a películas de culto tan memorables como Conan El Bárbaro (John Millius, 1982), Manhattan Sur (Michael Cimino, 1985) El ejército de las tinieblas (Sam Raimi, 1992). En su curriculum también sacaban la cabeza títulos como Los tres días del Cóndor (1975), Flash Gordon (1980), La zona muerta (1983) o la mencionada Dune (1984).
A sus 91 años deja a sus espaldas una tropa de enemigos irreconciliables, una maraña de contactos que se fueron esfumando a medida que envejecía y una carrera de más de 160 películas. Dos matrimonios, el primero con la legendaria actriz Silvana Mangano y el segundo con la mencionada Martha, y varios descendientes, entre ellos su hija Raffaella que produce sus propios proyectos en la meca del cine desde 1987.
La estirpe de los productores, ahora sustituida por tipos encorbatados cuya única preocupación son los estudios de marketing y que rara vez asoman la nariz en un rodaje, pierde así a uno de sus representantes más peculiares, un hombre sin ningún afán por resultar simpático que era mitad banquero, mitad cinéfilo y cuyo inglés italianizado fue más que suficiente para plantar ambos pies en Hollywood. No está mal para un tipo que empezó en el mundo del cine haciendo chapucillas cuando apenas contaba con 17 años.