Por Apuleyo Soto
Glorioso Mester
LAS PRIMERAS LLUVIAS
No hay cielo, amigo mío;
lo taparon las nubes
con su algodón de frío.
Y tú, tú ya no subes
adonde se adormecen
los ángeles querubes
los sueños de la vida
porque desaparecen.
Mi pluma te convida
entonces a otros cielos
de permanente huida.
¡Venga, a los nuevos vuelos
de la escuela querida
con todos sus señuelos,
aquellos en que anida
la innata vocación:
son el final de la partida!
Hoy tengo el corazón
en la enseñanza repartido.
Doy todo lo vivido
por solo esa lección.
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