Se trata de una película profunda y llena de matices, juicio a la propia Justicia, que propone adentrarse en el controvertido tema de la culpabilidad de la sociedad civil alemana en general, y de los jueces en particular, durante el nazismo. Hay buenos y hay malos, pero ambos bandos tienen voz y posturas justificadas que te conducen a la reflexión.
Toda esta trama argumentativa se sustenta en un envidiable reparto con actuaciones tan creíbles como increíbles -por lo estelar- de los protagonistas y de los actores de reparto (bordan sus papeles Judy Garlan y Montgomery Clift, en plenas crisis personales).
Discursos que ponen la piel de gallina, silencios y miradas (enorme Burt Lancaster), sutiles escenas donde se dice todo sin decir nada (no paséis por alto la llegada del juez que interpreta Tracy con la forma que tiene de conducir el chófer) durante, eso sí, casi tres horas de metraje.
Algunos trucos fáciles que no pasarán inadvertidos, muy discursiva, pero se trata de una reflexión honesta y unas actuaciones para el recuerdo.
Toda esta trama argumentativa se sustenta en un envidiable reparto con actuaciones tan creíbles como increíbles -por lo estelar- de los protagonistas y de los actores de reparto (bordan sus papeles Judy Garlan y Montgomery Clift, en plenas crisis personales).
Discursos que ponen la piel de gallina, silencios y miradas (enorme Burt Lancaster), sutiles escenas donde se dice todo sin decir nada (no paséis por alto la llegada del juez que interpreta Tracy con la forma que tiene de conducir el chófer) durante, eso sí, casi tres horas de metraje.
Algunos trucos fáciles que no pasarán inadvertidos, muy discursiva, pero se trata de una reflexión honesta y unas actuaciones para el recuerdo.
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