La Hermana Clodagh (una gran interpretación de Deborah Kerr) debe superar sus frustaciones si quiere triunfar en el palacio y culminar sus aspiraciones de crear una nueva comunidad, pero el paisaje impresionante e inamovible (la altura a la que está situado el palacio, la fuerza del viento, etc ..) y la turbadora presencia de los nativos crean un clima feérico, de fuerzas primitivas e ingobernables, que aturde a las hermanas.
Este grupo de valientes monjas católicas están decididas a abrir un hospital en un antiguo templo del Himalaya. El templo se encuentra en un remoto lugar de difícil acceso, donde muchas personas viven en la pobreza y con mínimas condiciones sanitarias. Esta empresa no le va a resultar nada fácil a las monjas, que empiezan a sentir la hostilidad inicial de los habitantes. Esto origina varios problemas, e incluso se producen tensiones entre el grupo de monjas. Con el fin de ayudarlas, se presenta un oficial británico que trata de poner las cosas en orden. Pero el contacto con el oficial despierta en algunas monjas unos sentimientos contrarios a su voto de castidad.
Esta película está basada, al igual que El río, de Jean Renoir, en una novela de la escritora americana criada en la India Rumer Godden, publicada en 1939, Narciso negro es una de las obras cumbres de la filmografía de Michael Powell y Emeric Pressburger.
La citada escritora se especializó, al igual que E. M. Forster, en la incapacidad de los occidentales de adaptarse a la vida oriental. Y en eso precisamente consiste la idea principal del film, en esa interacción entre las recien llegadas y los lugareños. En palabras de Llorenç Esteve, «una visión anglicana, ordenada, racional y metódica se enfrentaba a una espiritualidad anárquica, mágica y poco visible», y así lo plantea el filme.
La Hermana Clodagh (una gran interpretación de Deborah Kerr) debe superar sus frustaciones si quiere triunfar en el palacio y culminar sus aspiraciones de crear una nueva comunidad, pero el paisaje impresionante e inamovible (la altura a la que está situado el palacio, la fuerza del viento, etc ..) y la turbadora presencia de los nativos crean un clima feérico, de fuerzas primitivas e ingobernables, que aturde a las hermanas .
Los directores visualizan la llegada al Palacio desechando la idea de viaje, con lo cual ya se nos dan pistas de que estamos en un viaje más interiorizado que físico, al igual que hicieron posteriormente, por ejemplo, Andrei Tarkovsky en Solaris (1972) o Michael Cimino en El cazador (1978): un fundido en negro clausura la escena de Calcuta en que ofrecen a la hermana la posibilidad de ir al Himalaya, y en el siguiente plano la hermana Clodagh abre una gran puerta, sale al exterior y mientras el viento agita violentamente sus hábitos toca la campana de palacio con gran ímpetu.
El film presenta varias estéticas o referencias formales. Atrevido con la experimentación del color en su parte desarrollada en el palacio (memorable la fotografía de Jack Cardiff), de planos largos y solemnes, deviene apasionado y de planos cortos y oscuros en la parte final, la correspondiente a la caida en la locura de la hermana Ruth, la más vulnerable detodas, que no sabe o no puede asumir su identidad y se debate entre el orden racional y sus impulsos inconscientes.
La música ofrece fragmentos de percusión, flauta, cuerdas y trompeta, de gran lirismo, que dan paso a un intenso acompañamiento dramático de las secuencias finales. La fotografía, de Jack Cardiff, aporta un recital de primeros planos, travellings, planos oblícuos y cenitales y esccenas vertiginosas, de magnífica factura. El guión construye un relato que, bajo una serenidad aparente, hace palpitar pasiones, contradicciones, desengaños, desarraigo y locura. La interpretación de D. Kerr y K. Byron brillan a gran altura. La dirección crea una atmósfera dramática de gran fuerza psicológica y exquisita ejecución.
Espectaculares y meritorios escenarios, filmados mayoritariamente en estudio, que fueron reconocidos asimismo con la concesión del Oscar a la mejor dirección artística, hacen de este film una joya visual con algunas escenas que forman parte, por derecho propio, de la historia del cine, como esas campanas al borde de un precipicio donde irán a confluir, inevitablemente, todos los conflictos pasionales larvados y ocultos bajo los hábitos.
Un filme impecable, de soberbia ejecución en todos sus aspectos; si la fotografía es hermosa y cálida, y los decorados tan mágicos como la historia (todo se rodó en estudio y en un jardín botánico), qué decir de los bellos encuadres, de los elegantes encadenados (que nos introducen en los recuerdos), de la innegable elegancia y belleza que caracteriza a esta obra. Y si además encontramos un guión tan bueno y eficaz como suelen ser los de Pressburger, y unas interpretaciones a la altura de lo que se narra y muestra (soberbias Deborah Kerr y Kathleen Byron), sólo queda concluir que se trata, indudablemente, de la cima artística de este gran dúo de creadores.
La película contrasta dos modos de ser, dos mundos, y, esencialmente, dos tipos de cine. El crítico británico Raymond Durgnat ve esta oposición en terminos de un contraste colonialista entre la noción (o el tópico) y las convenciones de representación de lo que él llama “equilibrio occidental” y “esquizo-exotismo oriental.” Pero de acuerdo con la naturaleza híbrida y sintética de las películas Powell y Pressburger, también sugiere que estos reinos superficialmente distintos, de hecho, se apoyan mutuamente. Así, en Narciso Negro, los espectadores son testigos de una batalla o una síntesis de dos tipos de cine o mundos
Una excelente interpretación…