¿Un homenaje al cine mudo?
Con esta nueva incursión humorística, filmada en color, Tati modera un tanto la carga hilarante que prevalecía en disparatadas películas anteriores. El discurso de "Mi tío", aún dejando todavía espacio para la carcajada, cede más terreno a esa sonrisa sostenida que embarga al espectador cuando reconoce la aguda disección que concede la ironía y se siente considerado por el autor como un receptor inteligente y partícipe activo de la obra. El realizador francés levanta aquí una crítica mucho más ácida contra la sociedad moderna, tecnificada y deshumanizada, en base a dos ejes narrativos: la industria de mangueras de su cuñado y la vivienda familiar de su hermana, ese domicilio completamente automatizado puesto al servicio de una nueva clase media-alta regida por lo superficial y lo frívolo, y con unas pretensiones de progreso tecnológico.
Se trata, una vez más, de un cine mudo al que se le ha incorporado el sonido, donde la auténtica protagonista es la imagen, la mímica, la reunión de personas en torno a una actividad.
En esta historia episódica, conoceremos al Sr. Hulot y la familia de su hermana: su cuñado y su sobrino. Ellos viven en una casa moderna, llena de artefactos de última generación, mientras que el Sr. Hulot vive en un viejo edificio de departamentos y va a todos lados en su bicicleta. Sin embargo, su sobrino está encantado con él, y desdeña cualquier modernidad para pasarla mejor con su tío; lo cual pone celoso a su cuñado, quien buscará miles de formas para sacarse de encima al Sr. Hulot.
Gérard, el hijo único de nueve años, adora a este pariente lleno de fantasía con el que puede compartir juegos y travesuras. Sin embargo, monsieur Arpel considera que su cuñado no da buen ejemplo al niño y decide alejarlo de Gérard.
Pero Tati también es consciente de que cada infraestructura da pie a unas relaciones sociales de distinta índole, y por eso no sólo centra su atención en la relación entre sujeto y objeto, o sujeto y medio, sino también en las conductas y relaciones que nacen en cada entorno. Posteriormente, en "Playtime", llevaría esta idea al extremo en el espacio de las terminales de los aeropuertos. No sorprende, pues, que los arquitectos alabaran su visionaria concepción.
Se puede encontrar, además, en la figura del pequeño Gérard una crítica a los sistemas familiares, con esos padres trabajadores que se distancian de sus hijos, más cercanos, afectivamente, a otros parientes como sucede con Hulot y su sobrino.
Para reforzar lo absurdo de las pautas de comportamiento de la clase acomodada, Tati crea un marcado contraste entre dos formas de entender la vida, dos mundos separados por el dinero pero también por la noción de hogar o de tiempo de ocio. Así, en otro punto de la ciudad nos presenta el humilde barrio de Hulot, un ambiente sencillo en el que sobrevive la cordial y viva racha dinámica de un pueblecito, con sus gentes reunidas en el mercado y las calles llenas de actividad. Nada que ver con el frío e impersonal vacío que reina en la parte alta. Lo mismo se podría decir del edificio donde vive Hulot, antiguo y de acceso difícil, pero lleno de vida, frente al chalet de los Arpel.
En el plano argumental, "Mi tío" dispone de una mayor complejidad que su anterior trabajo, con distintas subtramas que buscan resolverse, paralelismos, oposiciones, metáforas, contrapuntos y más cambios de escenario. También los diálogos, sin llegar a dominar en ningún caso el relato, ad-quieren una presencia más consisten-te, evolucionando un paso a partir del simple sonido ambiental de fondo característico de "Las vacaciones de M. Hulot". No obstante, y como ocurría con aquélla, "Mi tío" podría ser entendida perfectamente si eliminásemos el volumen.
El uso de planos generales para captar mejor todos los detalles y el clima que se respira en cada lugar, y la atención que se les concede a todos los caracteres secundarios son otras constantes que se repiten.
El film concentra algunos de los gags visuales más conocidos de Tati. Por poner sólo unos ejemplos, las mangueras que se convierten en salchichas, el surtidor de agua en forma de pez o el ya mencionado de la cocina.
Observamos una serie de gags completamente vinculados al propio decorado de la acción, tanto en la casa de Hulot (cuando le vemos ascender hasta su piso por el laberinto de escaleras, a través de las aberturas de la fachada) como en la de los Arpel (las sombras en las ventanas redondas que las hacen parecer dos ojos observando el exterior).
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